martes, 24 de julio de 2007

NERONE (1909) de Luigi Maggi



Nombres como Arturo Ambrosio (en la foto) o Filoteo Alberini están ligados a los inicios documentales del cine italiano a partir de 1904 y 1905, que fueron sus primeros vehículos industriales para la actividad de sus respectivas e influyentes productoras: Ambrosio Film y la Cines. Éstas, junto a otras que más tarde tendrá su importancia (como la Milano de Giuseppe de Liguoro o, sobre todo, la compañía de Carlo Rossi, que con el tiempo se conocerá como Itala Films), irán configurando el imparable éxito de la cinematografía italiana, cimentado en sus primeros momentos por el cine histórico, de procedencia teatral.

Así, uno de los primeros éxitos internacionales del cine italiano será Los últimos días de Pompeya (1909) de Luigi Maggi, que tendrá varias versiones, la más conocida la de Caserini. Este éxito de la Ambrosio Film, al que no hemos podido tener acceso, llevará a su propietario a intentar repetir la jugada con la adaptación de un texto de Arrigo Boito, primero poema (1875) y luego tragedia (1901), que no había conocido ninguna representación teatral. Pone en escena (no podemos decir que "narra") la pasión de Nerón por Popea Sabina, que le lleva a repudiar a su esposa, Claudia Octavia, y a asesinarla, lo que conduce al pueblo a la rebelión. Para intentar dominar la situación, Nerón ordena incendiar Roma, lo que aún provoca más al pueblo, que persigue al soberano en su huída hasta un bosque. Es obvio que aquí la historia se ha saltado algunos pasos de la Historia: Nerón culpó del incendio a los cristianos y ordenó su persecución. Tampoco se habla del asesinato de Popea a cargo de Nerón o del suicidio del soberano, que ordenó su muerte, aquí pasada de puntillas. La película rinde homenaje final a la rebelión de las masas (cristianas) y corona ese homenaje con un par de rótulos que cantan a la libertad y el amor.





Más allá de su importancia histórica, y de su carácter representativo en cuanto al cine por el que Italia estaba empezando a colocar su cinematografía como una de las punteras en Europa y en el mundo, la película ofrece como principal punto de interés, para un espectador actual, la eficacia de sus decorados, algunos con una cierta profundidad, responsabilidad de Decoroso Bonifanti (nunca mejor puesto un nombre de pila), uno de los muchos "autores" de la película. En realidad, que Luigi Maggi firme la dirección (sería más bien la dirección artística) es un hecho secundario para la época. Para empezar, porque la película fue "realizada" por el operador Giovanni Vitrotti, que figura como responsable de la fotografía. Además, desde el punto de vista comercial, en su distribución a Europa y a Estados Unidos, cobró mayor peso que la película fuera escrita por Arrigo Frusta (piénsese en Cabiria, por ejemplo, dirigida por Pastrone, pero vendida como una película de D'Annunzio, responsable de los rótulos) y, especialmente, como una película "de Ambrosio". Arturo Ambrosio viajaba personalmente a los lugares donde debía promover el filme y en sus declaraciones quería transmitir la idea del cine como un oficio elevado en el que importaba más el arte que el dinero. No hay que olvidar que esa época triunfaba en Francia el llamado Film d'Art.

Precisamente inspirada en esta tradición debe entenderse la excesiva teatralidad de la obra, tanto en cuanto a la gestualidad de los actores (Alberto Capozzi, el actor que encarna a Nerón, no sólo gestualiza demasiado, sino que se mueve, para nuestro gusto, a destiempo), como a la disposición de los actores en el plano, por otro lado fijo (la variedad está en el cambio de decorados). Las escenas de masas en el interior de palacio se disponen como en un cuadro de Rafael (piénsese en La escuela de Atenas) y sólo alcanza una cierta naturalidad la escena en que la multitud huye ante el incendio de Roma, representado casi como rumor de fondo en esta escena, con una pequeña humareda. Tiene un cierto encanto, por las maquetas del cine primitivo, el momento en que Nerón ve desde las alturas con Popea el incendio de Roma y entona una canción acompañado de su lira. También es entrañable un pequeño trucaje, con transparencias, en el que Nerón tiene la aparición de una imagen que preludia su necesidad de huir.

El resto es mucho tópico sobre cómo imaginaban en la época el mundo romano, aderezado con detalles que el espectador actual puede juzgar como cursis, como el de una niña lanzando flores en el momento de aparición del soberano ante Popea.

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