lunes, 30 de abril de 2007

VARIAS "ESCLAVAS BLANCAS"

Pases como el de este sábado en la Filmoteca de Catalunya, en el que se pudieron ver tres versiones de una misma historia, rodadas por la misma productora pero en distintos tiempos de la historia del cine, permiten al espectador apreciar las evidencias de la evolución técnica del séptimo arte.

Los títulos son los siguientes:

Den hvide slavinde / La esclava blanca (Viggo Larsen, 1907)
Den hvide slavehandel / El tráfico de esclavas blancas (August Blom [?], 1910)
Den hvide slavehandels sidste offer / La última víctima del tráfico de esclavas blancas (August Blom, 1911)

Y el argumento, más o menos en común, el siguiente: Una joven se despide de sus seres queridos para viajar a la gran ciudad (en unos casos, para empezar a trabajar; en otros, para visitar a una tía, tras el fallecimiento de su madre) y allí es captada por una banda dedicada a la extorsión de jóvenes para que acaben siendo mujeres de compañía en fiestas privadas. En todos los casos, un joven enamorado de la chica, tras varias investigaciones, la localiza en el lugar donde la tienen retenida y trama un plan para rescatarla y devolverla a casa, con su familia, donde ambos contraerán matrimonio.

La primera versión, la de 1907, que, además, es una de las primeras producciones de la Nordisk, muestra en su breve duración elementos de cine muy primitivo, tanto en la forma de contar la historia y en la interpretación de los personajes (recién sacados de un teatro de variedades de la época) como en los medios materiales. Un ejemplo lo tenemos en el decorado de la habitación donde está recluida la chica: mobiliario mínimo, una ventana de cristales blancos (es evidente que está hecha de cartón o papel) en la que a través de ella no se ve absolutamente nada, una puerta pintada que apenas si puede mantenerse encajada en su sitio cuando alguien la abre y, sobre todo, la evidencia de que la luz natural entra desde el techo, sin que se hayan molestado en disimular la sombra de unos de las vigas de madera que sustentan el tinglado. En otro orden de cosas, es tierno y eficaz el recurso de que el joven enamorado (interpretado por el propio director, Viggo Larsen), al despedirse de la chica en la estación, le regale una paloma que, poco después, ella utilizará como mensajera de su aviso de socorro.

La segunda versión, la de 1910, en cuanto a la decoración se refiere, ha eliminado en parte las evidencias de que es un decorado y a través de la ventana se observa, claramente pintada: la torre de Londres. Ésta servirá para localizar a la chica. La joven avisará posteriormente, que no sabe en dónde está, pero que desde su ventana se observa una "torre muy vistosa". Con una pista tan "definitiva" (gran poder de deducción) el joven que la ama se desplaza a Londres y trama un plan para rescatarla. Por cierto, en el rostro del actor se aprecia claramente el maquillaje blanco que permitía resaltar la cara de los intérpretes, ante la carencia de primeros planos. El problema es que aquí se olvidaron de maquillarle también el cuello. La construcción de la trama es muy forzada, pero funcional, muy en la línea de las películas de Nick Carter o de las diversas intrigas policíacas de la época. Destaca entre todas, la escena en que la pantalla se divide en tres: en el centro, padre e hija se despiden; en el lateral derecho, la mujer que acoge a la chica avisa por teléfono al jefe de la banda de maleantes, atento en el lateral izquierdo, de la nueva víctima. Un recurso que luego se utilizaría en múltiples comedias románticas de los años 50.

La tercera versión, de August Blom, al que se atribuye también la anterior, es una película mucho más sólida, con un más que interesante inicio. En él, sin prisas, se va mostrando el entramado que permite captar a la joven: desde el tren una mujer disfrazada va sacando información de la chica, principalmente que acaba de quedar huérfana, que viaja para visitar a su tía y la dirección concreta en la que ésta vive. La mujer marcha a la parte trasera del tren para dar la información a uno de los de la banda, quien la pasa a los que regentan la casa donde será retenida. Estos a su vez, al mismo tiempo que inventan un telegrama para la tía de la chica diciendo que llegará más tarde, informan a un chantajista de la llegada de la víctima. Este momento da pie a repetir el recurso de la división tripartita de la pantalla, el mismo utilizado en 1910, aunque ahora sólo con la chica en el centro. Poco a poco, una vez que llega ella, la intentan convencer de que cambie el luto por ropas más vistosas, y la van introduciendo en las fiestas con las otras chicas. La sensación de que todo el que aparece en pantalla está implicado en la trama de su captación lleva a pensar al espectador en un primer momento, que cuando está en el barco y un joven se le acerca, éste también forma parte de la organización. Un buen recurso para crear incertidumbre sobre un personaje.

La segunda parte de la película es más convencional para la época. Es una trepidante sucesión de persecuciones entre unos otros, desde el momento en que un cliente que se ha encaprichado de la joven, la secuestra. Y, desde que su enamorado, que la ha localizado gracias a una de la banda que se arrepiente de sus acciones, la intenta rescatar. Una sucesión de "malos" vestidos de negros y largos bigotes claramente postizos, persecuciones entre coches y abordajes en la cuneta con la cámara fijada estratégicamente enfrente, o habitaciones pintadas y decoradas con dudoso gusto donde es retenida la joven.

Hablando de habitaciones, destaca la escena final, con los amantes abrazados viendo entrar la luz por una ventana lateral, una escena de gran belleza en un espacio más creíble que el de 1907. Por lo menos, esta vez no es tan evidente que se trata de un decorado.

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